
ORACION PARA LAS VOCACIONES SACERDOTALES
Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas,
dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada.
Señor, gemimos en la orfandad, danos vocaciones,
danos sacerdotes santos,
te lo pedimos por la inmaculada Virgen María,
tu dulce y Santa Madre.
Oh Jesús danos sacerdotes según tu corazón.
Amén
Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas,
dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada.
Señor, gemimos en la orfandad, danos vocaciones,
danos sacerdotes santos,
te lo pedimos por la inmaculada Virgen María,
tu dulce y Santa Madre.
Oh Jesús danos sacerdotes según tu corazón.
Amén
LA EXPERIENCIA DE DIOS QUE LLAMA
Es una dimensión fundamental de toda vocación. Sin ella, pueden darse las cualidades humanas más deslumbrantes de una persona, y no tener vocación religiosa.
¿Cómo experimenta una persona la llamada de Dios?
Al tratar de explicar en qué consiste esa experiencia de Dios, es más fácil empezar diciendo lo que no es:
• No es el resultado de una deducción lógica o de una demostración matemática.
• No es la ausencia de inclinación o atracción al matrimonio.
• No es puro sentimiento
• No es una idea que se tiene
Experimentar a Dios que llama es ser capaz de “oír” el “lenguaje” con el que Dios se dirige a lo más profundo de mi persona. ¿En qué consiste ese lenguaje de Dios? Tendrá que ser un lenguaje muy humano, para que yo pueda entenderlo.
Ordinariamente Dios va a “hablar” a través de:
• Mis aspiraciones y deseos más profundos, más míos.
• Mis sentimientos
• Mis experiencias positivas y negativas de la vida, de sus oportunidades y de sus retos.
Es importante evitar ideas fantásticas o espectaculares de cómo Dios tiene que hablarnos. Hay personas que esperan que Dios les comunique la vocación a la vida religiosa a través de visiones, apariciones, etc.
Otras piensan que la persona llamada a la vida religiosa tiene que haber sido un poco “rara” desde pequeña: que no le gustaba jugar, ni tratar con muchachos/as, ni divertirse…
Cada persona “oye” a su manera el lenguaje de Dios:
• Para algunos puede ser un momento específico de iluminación profunda, de una seguridad interior inquebrantable. Una experiencia semejante a la de San Pablo en el camino de Damasco, que no deja otra alternativa que rendirse: “Señor, ¿qué quieres qué haga?”
• Para otras, puede ser la acumulación de muchas pequeñas luces a lo largo del camino. A través de encuentros, convivencias, experiencias de trabajo, participación en grupos culturales o comunidades cristianas, momentos de oración, lecturas orientadoras, etc. Van apareciendo las “constantes” de la llamada de Dios.
• Aunque no es muy frecuente, algunos experimentan el lenguaje de Dios y su llamada como un “aterrizar suave” en la seguridad de la vocación. Una especie de evidencia creciente que se impone. Dios llama y el joven acepta en un ambiente de paz y serenidad imperturbables.
• Quizá para la mayoría, la paz de la aceptación de la llamada de Dios no viene sino después de muchos conflictos, de mucha lucha interna y externa, de mucha oscuridad, de muchos altibajos.
¿Qué cualidades se requieren se requieren para ser sacerdote/religiosa? En primer lugar, ser una persona normal: capaz de amar, de reír y de llorar, de arriesgarse y de sentir el miedo del riesgo.
Más concretamente, el sacerdote/religiosa debe ser un hombre:
• Enamorado de Jesús, de fe profunda y suficientemente formada, capaz de un compromiso serio con la realidad.
• Con suficiente madurez afectiva y social: capaz de establecer relaciones profundas de amistad, capaz de tolerar frustraciones, de respetar la complejidad de la vida y de las personas, capaz de trabajar en colaboración con otros.
• De una capacidad intelectual suficiente para desempeñar la difícil misión de la Iglesia y para asimilar la larga preparación que esa misión exige.
En contra de los que muchos piensan, para ser sacerdote/religiosa no hace falta ser un “genio” ni un superdotado. Pero sí se requiere que la persona sea capaz de comprender la vida en profundidad, sin ingenuas simplificaciones.
• De corazón grande, que no se contente con hacer “cosas buenas” sino que piense siempre en dar lo mejor, en responder a la mayor necesidad del momento, en buscar “lo que más conduce al fin para el que somos creados” (Meditación del Principio y Fundamento, de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio).
¿Cómo experimenta una persona la llamada de Dios?
Al tratar de explicar en qué consiste esa experiencia de Dios, es más fácil empezar diciendo lo que no es:
• No es el resultado de una deducción lógica o de una demostración matemática.
• No es la ausencia de inclinación o atracción al matrimonio.
• No es puro sentimiento
• No es una idea que se tiene
Experimentar a Dios que llama es ser capaz de “oír” el “lenguaje” con el que Dios se dirige a lo más profundo de mi persona. ¿En qué consiste ese lenguaje de Dios? Tendrá que ser un lenguaje muy humano, para que yo pueda entenderlo.
Ordinariamente Dios va a “hablar” a través de:
• Mis aspiraciones y deseos más profundos, más míos.
• Mis sentimientos
• Mis experiencias positivas y negativas de la vida, de sus oportunidades y de sus retos.
Es importante evitar ideas fantásticas o espectaculares de cómo Dios tiene que hablarnos. Hay personas que esperan que Dios les comunique la vocación a la vida religiosa a través de visiones, apariciones, etc.
Otras piensan que la persona llamada a la vida religiosa tiene que haber sido un poco “rara” desde pequeña: que no le gustaba jugar, ni tratar con muchachos/as, ni divertirse…
Cada persona “oye” a su manera el lenguaje de Dios:
• Para algunos puede ser un momento específico de iluminación profunda, de una seguridad interior inquebrantable. Una experiencia semejante a la de San Pablo en el camino de Damasco, que no deja otra alternativa que rendirse: “Señor, ¿qué quieres qué haga?”
• Para otras, puede ser la acumulación de muchas pequeñas luces a lo largo del camino. A través de encuentros, convivencias, experiencias de trabajo, participación en grupos culturales o comunidades cristianas, momentos de oración, lecturas orientadoras, etc. Van apareciendo las “constantes” de la llamada de Dios.
• Aunque no es muy frecuente, algunos experimentan el lenguaje de Dios y su llamada como un “aterrizar suave” en la seguridad de la vocación. Una especie de evidencia creciente que se impone. Dios llama y el joven acepta en un ambiente de paz y serenidad imperturbables.
• Quizá para la mayoría, la paz de la aceptación de la llamada de Dios no viene sino después de muchos conflictos, de mucha lucha interna y externa, de mucha oscuridad, de muchos altibajos.
Las cualidades humanas necesarias
¿Qué cualidades se requieren se requieren para ser sacerdote/religiosa? En primer lugar, ser una persona normal: capaz de amar, de reír y de llorar, de arriesgarse y de sentir el miedo del riesgo.
Más concretamente, el sacerdote/religiosa debe ser un hombre:
• Enamorado de Jesús, de fe profunda y suficientemente formada, capaz de un compromiso serio con la realidad.
• Con suficiente madurez afectiva y social: capaz de establecer relaciones profundas de amistad, capaz de tolerar frustraciones, de respetar la complejidad de la vida y de las personas, capaz de trabajar en colaboración con otros.
• De una capacidad intelectual suficiente para desempeñar la difícil misión de la Iglesia y para asimilar la larga preparación que esa misión exige.
En contra de los que muchos piensan, para ser sacerdote/religiosa no hace falta ser un “genio” ni un superdotado. Pero sí se requiere que la persona sea capaz de comprender la vida en profundidad, sin ingenuas simplificaciones.
• De corazón grande, que no se contente con hacer “cosas buenas” sino que piense siempre en dar lo mejor, en responder a la mayor necesidad del momento, en buscar “lo que más conduce al fin para el que somos creados” (Meditación del Principio y Fundamento, de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio).
1 comentario:
Como ya lo dice el enunciado: "Esfuerzo de la Iglesia Católica"... Estoy orgullosa de formar parte de esta Iglesia, mas aún, del esfuerzo que se está haciendo en nuestra Parroquia por ayudar a aquellos que tengan alguna inquietud vocacional.
Dios bendiga por este espacio.
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