LO QUE NO ES LA VOCACIÓN
A menudo la palabra vocación genera cierto temor, porque entorno a este término se ha creado mitos: la palabra vocación es sólo para denotar la opción por el sacerdocio, quien tiene vocación es porque no le gustan las mujeres, si es santulón tiene vocación, etc.
Vocación viene del latín “vocare” que significa “llamada”. Vocación es la llamada que Dios hace a todas las personas, todos tenemos la vocación universal a la santidad, todos estamos llamados a ser santos como Dios es santo y a ser perfectos como Él es perfecto (cf. Levítico 19,12y Mateo 5,48). La vocación se dirige a cada hombre y a todo hombre, ya que en el designio de Dios, todo ser humano está llamado a desarrollarse, porque toda vida es vocación (cf. Populorum progressio).
VOCACIÓN ESPECÍFICA
¿Cómo vivir esta llamada universal de Dios a la santidad? Para ello existen las vocaciones específicas, es decir, no hay una sola forma para servir a Dios, sino varias. Algunas de ellas son:
Es la vocación general de la humanidad, pues con esta se cumple la tarea de transmitir la vida y poblar la Tierra (cf. Gén 1,26-28), es la vocación por la cual desde la vida ordinaria se puede ir creando el extraordinario Reino de Dios. El matrimonio es la pequeña Iglesia doméstica donde se forman los nuevos cristianos y se define la vocación de estos. Sin embargo, hay excepciones a esta vocación, porque no todos ni todas gozan de ella, hay una minoría que nacen incapacitados para casarse y otros, que por amor a Dios, prefieren optar por no casarse y servirle completamente (cf. Mateo 19,12).
Es la vocación más sublime, pues quien la posee tiene el don de actuar en el nombre de Cristo al momento de celebrar la Misa y de realizar el sacramento de la Reconciliación. El sacerdote presta su cuerpo a Cristo, esto se entiende mejor en las palabras de San Pablo: «Vivo yo, pero ya no soy yo, Cristo vive en mí» (Gál 2, 20). «El sacerdote es testigo de la fe, misionero del evangelio, profeta de la esperanza escatológica, obrero de la caridad, guía y amigo de todos… y si hiciera falta, héroe voluntario y silencioso» (Papa Pablo VI, “Identidad y fisonomía del sacerdote según Cristo”, cuaresma 1972).
Aquí se ubican los frailes, los monjes y las monjas. Es una forma de servicio y entrega total a Dios y a la Iglesia. La virgen María es el modelo de persona que opta a la vida consagrada. A menudo estos gozan de mucho aprecio de la feligresía pues suelen estar muy inmersos en la realidad de la comunidad. «La vida religiosa es lugar privilegiado de profetismo en la Iglesia» (P. Pedro Arrupe, sj, 1971) .
Esta es una vocación amplia, pues pueden gozar de ella los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los matrimonios y los solteros. Es la inquietud de proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios a aquellas personas que todavía no la conocen (cf. Mateo 28,19). Sobre todo son tierra de misión los continentes de África y Asia. El papa Juan Pablo II escribió en su mensaje para el domingo mundial de las misiones de 1981 (DOMUND) que «Una Iglesia cerrada en sí misma sin apertura misionera, es un Iglesia incompleta o una Iglesia enferma».
Es una vocación desconocida, aunque su presencia es importante en la Iglesia primitiva (cf. Hechos 6,1-6). Es un ministerio apostólico como el sacerdocio, sirven a la Iglesia en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad (cf. Lumen Gentium, Nº 6) A este pueden acceder hombres solteros célibes mayores de 25 años y hombres casados mayores de 35 años (con el consentimiento de la esposa), recibiendo los estudios teológicos necesarios para el cargo.
QUÉ HACER ANTE UNA INQUIETUD VOCACIONAL
El descubrimiento de una vocación debe ser preocupación de todo cristiano y cristiana. Cada quien debería preguntarse al menos una vez en la vida a cuál vocación Dios le llama, el no hacerlo es signo de inmadurez espiritual. La persona que sienta la llamada lo primero que debería hacer es buscar uno o varios sacerdotes que le ayuden a discernir los signos de su vocación, pues «El sacerdote por su misión debe ser el mediador más directo en las llamadas de Dios» (Medellín 13, 24). O bien, debería platicar sobre el asunto con un promotor vocacional o un miembro de la Pastoral Vocacional de su parroquia. La familia no debe se obstáculo para realización de la vocación de sus miembros, más bien tiene que ser el lugar donde se ayude a discernir y a potenciarla.






